ENSAYO de OTRO: Witold Gombrowicz


WITOLD GOMBROWICZ (Polonia 1904-Francia,1969)



Sábado


                                     Witold Gombrowicz, Vence, 1965, 
photo: Bohdan Paczowski


   La ética del marxismo.

   Estoy de acuerdo en que el comunismo nació muchísimo más de una ofensa al sentimiento moral que del deseo de mejorar la existencia material.¡Justicia!Éste es su grito.Los marxistas no pueden soportar que alguien tenga un palacio y otros una pocilga.No pueden tolerar , sobre todo, que alguien tenga la posibilidad de desarrollarse y otros no.Que el primero la tenga a costa de los demás.No se trata de envidia,sino de afanes de justicia y legitimidad.No están tan seguros, ni mucho menos, de que la dictadura del proletariado proveerá a todos de casitas con jardincillos.Pero el caso es que prefieren incluso una pocilga colectiva y justa y una miseria universal a un bienestar que señorea sobre la injusticia.El verdadero comunismo es una tortura moral que tomó conciencia de la injusticia social y no puede olvidarla…tal injusticia le devora el hígado, como a Prometeo.

   Entonces,¿por qué yo, teniendo a mano derecha el capitalismo cuyo cinismo soslayado también conozco y a mano izquierda la revolución, la protesta y la rebeldía, surgidas del sentimiento más humano,no me uno a estas últimas?Me importa mi arte y él necesita sangre generosa , cálida…el arte y la rebelión son casi lo mismo.Soy revolucionario por ser artista y en la medida en que lo soy…Ese proceso milenario del que provengo está sembrado de nombres como los de Rabelais,Montaigne, Lautréamont, Cervantes, que son una permanente incitación a la rebeldía,algunas veces en suaves murmullos, otras en explosiones a voz en cuello.¿Qué ha ocurrido para que yo, que ingresé también a la literatura bajo el signo de la rebeldía y la provocación,que comprendo totalmente que el escribir debe ser un acto de pasión,yo, precisamente, me coloque en el lado contrario de la barricada?

   (…)Si soy un niño, en todo caso soy un niño que ha pasado por la escuela de Schopenhauer y de Nietzsche.Puedo reconocer fríamente que el dolor de diez millones de esclavos no es nada en relación con una morgue de cien millones.Si diésemos vida a todas las víctimas sacrificadas por la historia hasta el presente nos encontraríamos frente a un desfile sin fin.¿Acaso no sé -incluso demasiado bien- que la esencia de la vida es trágica?

   En el momento en que escribo estas líneas un pequeño pececito cerca de las islas Galápagos cruza el umbral del infierno porque otro pez le devoró la cola.

   Entonces, si el sufrimiento es inevitable,que el hombre le otorgue por lo menos un sentido a ese sufrimiento. ¿Cómo resistirnos a la revolución cuando ella nos entrega un sentido,nuestro propio sentido?



En Diario argentino, Buenos Aires, Adriana Hidalgo,2001.




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