ENSAYO de UNO: SAER y las LETRAS de TANGO


NOTAS al PIE de Fb 2

SAER y las letras de tango

Saer escribió "Las letras de tango en el contexto de la poesía argentina" ( La narración-objeto, 1999), sospechamos que discutiendo con cierto “populista” que había publicado un libro sobre la temática en 1983 ,en la época muy criticado no sin polémica por María Teresa Gramuglio en la publicación Punto de vista . Ahí se lee que los “tangos se hayan vuelto populares no significa necesariamente que reflejen una supuesta ‘alma popular’”. Digamos que éste es el núcleo del artículo de Saer y su tarea principal. Por un lado, parece cuestionar el uso del verbo “reflejar” en el sentido que tuvo en las propuestas históricas del realismo decimonónico y del realismo socialista, con sus inflexiones nacionales, es decir, la necesidad de que la literatura deba ser, como un imperativo categórico, el “espejo” de una esencia, tal como aparece en Stendhal y en Lukács; y por otro, critica, en consecuencia, la idea de que siendo espejo del “pueblo”, las letras de tango al continuar ese camino de reflejo debieron acudir espontáneamente a una fuente “popular” con la que abastecerse a pleno para no tener que, por añadidura, nutrirse de la huella literaria que las hizo posible .Para ello, procede a distinguir las letras de la música que las habría vuelto inevitablemente “populares”, enfatizando la dificultosa intertextualidad que las recorre a menudo y que condiciona su lectura ( ¿no su escucha?),condición que inmediatamente después la música ,al sumarlas, pervertiría. Desde ese punto de mira, “muchas letras que solas serían ilegibles en tanto que poesía recogen el beneficio de las músicas que las acompañan y que contribuyen a hacernos olvidar su forma y contenido”. O sea, los poetas del tango habrían acarreado la poesía burilada del modernismo, por ejemplo, mientras que en simultáneo la música habría terminado por despojarla unánimemente de su contradictorio y enriquecido marco libresco . El mecanismo repetitivo de los medios de comunicación habría hecho el resto al volver las letras familiares al oído. Sin embargo, observemos que , a pesar de todo, aun en ese contexto de acompañamiento musical , la cita resiste y se mantiene en pie como “obstáculo” para la vista y el oído. En consecuencia ¿quién en soledad la interpreta literariamente y la decodifica con precisión? ¿O sencillamente la escucha en el “aire” fuera ya de todo terreno complejo? Es un enigma. Saer no responde, por otra parte no tiene obligación de hacerlo. No está el problema dentro de su estrategia argumentativa. Él lleva agua para “su” molino de las Letras, desde la modernidad tan austeras respecto del canto ¿Pero las letras musicalizadas no entroncan acaso con la mejor tradición oral y cantada de la poesía, desde los rapsodas hasta Dylan? Así, resulta difícil separar una cosa de otra, incluso para construirse un objeto ad hoc como hace el escritor santafecino . Y también , diferenciándonos a la vez del populismo, añadamos una cuestión de por sí bastante ardua . ¿ Qué y cómo se escucha? Verbigracia, la letra de una canción en un idioma que no se “entiende” suele ser no una prueba de héroe para el receptor sino un significante que acompaña como un instrumento más , a través de toda frontera, antes que significado plenamente dicho. No obstante, adivinamos que nuestro autor, al separar lo inseparable, no tuvo más remedio que aprender (se) previamente las letras cantadas por el disco," la radio, sobre todo, pero también por televisión , cine, teatro de revistas, etc.” Como sea, hay que aclarar que estos escolios se dan merced al perspicaz e inquietante gesto escriturario de Saer .

Hacia el final del artículo desglosó : “El mismísimo Celedonio Flores, autor de muchas delicadas estrofas, en lunfardo o utilizando simplemente el habla de todos los días, inició su carrera poética a la sombra del modernismo”. Acoplándonos, sumemos al mismo tiempo a Cadícamo, cuando en la cita de “La novia ausente” (1933) parece darle razón a Saer habiendo incrustado naturalmente en el tema la gratuidad del “arte por el arte” de Darío, de cuya presencia allí, dicho sea de paso, se quejaba Evar Méndez. Pero si bien se lee , es decir, saerianamente, “Rubén” no es para nada un advenedizo, un recién llegado que incomoda la sencillez del “pueblo” que escucha la canción muy predispuesto por un sentimentalismo de cuño romántico tan propio de esas audiencias; porque ese sentimentalismo está presente en la letra en su totalidad, incluyendo la cita. Leamos, tratando de no “oír” la voz de Goyeneche, si tal cosa fuera posible:




Al raro conjuro

de noche y reseda

temblaban las hojas

del parque,también,

y tú me pedías

que te recitara

esta “Sonatina”

que soñó Rubén:




“¡La princesa está triste! ¿Qué tendrá la

princesa?

Los suspiros se escapan de su boca de fresa.

Que ha perdido la risa, que ha perdido el

color…

La princesa está pálida en su silla de oro,

está mudo el teclado de su clave sonoro

y en un vaso,olvidada, se desmaya una flor”.




CABA, miércoles 3 de mayo de 2017


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