ENSAYO de UNO: WALSH,ESA MUJER,OTRA VUELTA de TUERCA...
Walsh, esa mujer, otra vuelta de tuerca. A propósito de la llamada non-fiction
1.
La historia
Algo del orden de la perífrasis tabú insiste
en “Esa mujer” y lo encarece literariamente.
Una noche, en un aula de - ¿Lo no nombrado tendrá alguna relación con el decreto 4161/56 de
-Puede ser- dije interesado. Y conservé en la memoria la pregunta y mi curiosidad.
Recordemos que dicho bando prescribe:
ARTÍCULO 1º:
Queda prohibido
en todo el territorio de la
Nación :
a) La utilización, con fines de
afirmación ideológica peronista, efectuada públicamente, o de propaganda
peronista, por cualquier persona [...], de las imágenes, símbolos, signos,
expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas
[...]
Se considerará especialmente violatoria de
esta disposición, la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los
funcionarios peronistas o sus parientes,
el escudo y la bandera peronistas, el nombre propio del presidente depuesto, el
de sus parientes, las expresiones “peronismo”, “peronista”, “justicialismo”,
“justicialista”, “tercera posición”, la abreviatura “P.P.”, las fechas
exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales denominadas “Marcha de los muchachos peronistas” y “Evita
capitana”, o fragmentos de las mismas, la obra La razón de mi vida o fragmentos de la misma, y los
discursos del presidente depuesto y de su esposa o fragmentos de los mismos.
[...] (B.O., 9/3/1956) [subrayado
nuestro, V.P.]
Este decreto fue
ampliado por el decreto 22.490 (18/12/1956), derogado junto a este último por
la ley 14.444 (26/6/1958) del gobierno del doctor Arturo Frondizi, restablecido
por el decreto 7.165 (24/7/1962) y ratificado por el decreto 1.296 (15/2/1963)
del gobierno del señor José María Guido, y finalmente derogado por la ley
16.648 (13/11/1964) del gobierno del doctor Arturo Umberto Illia. Ahora bien, escena
de interdicción desbordante, “Esa mujer” dilata las fronteras del ucase para
incluir en él los nombres del coronel “libertador” y del periodista ansioso que
narra. Además, esta obra artística se publicó por primera y segunda vez
en 1965, es decir, al año siguiente de haber sido derogado el decreto 4.161. No
obstante, tengamos la sugerencia como pertinente desde el punto de mira
histórico, en la medida en que nos remite a los años cuando la conversación (y
su tema) que se lleva a cabo en el cuento habría tenido lugar: algún momento
entre 1956 y 1964; si bien hay una pista dejada caer por Walsh en 1973 (cfr. infra),
y entonces la entrevista con el coronel que el cuento despliega como
conversación probablemente haya ocurrido en 1964. Fue de cualquier modo una
entrevista frustrada, a pesar de la consecuente oferta de dinero por la
necesidad de la primicia (“Piense. Paris
Match. Life.
Cinco mil dólares. Diez mil. Lo que quiera”), porque lo que se buscaba era “una
muerta, un lugar en el mapa”, y no habiéndose conseguido nada, la frustración
produce como efecto la literatura. El periodista fracasado del relato deviene
narrador de lo que queda. La literatura es resto. Resto de restos[1].
En su libro, Los
oficios terrestres (¿André Gide? ¿Les nourritures terrestres?),
Walsh colocó de entrada una “Nota”, donde amén de señalar que el cuento fue
escrito un día de 1961 y otro de 1964, nos aclara que “Esa mujer” “se refiere,
desde luego, a un episodio histórico que todos en la Argentina recuerdan. La
conversación que reproduce es, en lo esencial, verdadera.” [subrayado
nuestro, V.P.].
-¿Por qué razón deberíamos darle crédito?, ¿por las iniciales
de nombre de autor (RJW) con que firma
?- pregunto en este momento- ¿O acaso su
escrito no es de igual serie del paratexto donde encuentran felicidad retórica
tanto el artificio de “En un lugar de la Mancha , de cuyo nombre no quiero acordarme”, y en
DQ , II, el del historiador árabe
Cide Hamete Benengeli, como la ya habitual advertencia de que “cualquier
similitud con nombres y hechos reales es pura casualidad de la que el autor no
se responsabiliza”?
-Por eso-agrego-, a la vez me parece que se trata de un mal
de época.
En efecto, la época es “realista”, no gusta
hegemónicamente de la “ficción”. Un dirigente decisivo para la política de
aquellos días, acostumbraba argumentar que “la realidad es la única verdad” (¿o
“la única verdad es la realidad”?). La Realidad es un imperativo categórico, es esa cosa
exterior a la que todos los sujetos se deben, y es única en su falta de
opacidad para todos, quienes sólo tendrán que traducirla, “reflejarla”, algunos
con más fidelidad por lo empeñosos que otros. Esa “dialéctica” sujeto / objeto
produce consiguientemente la categoría de Objetividad y su concreción solo
velada por la ideología, porque la ideología es un velo que oculta el “objeto
real”, diría Althusser, heresiarca, pero dentro del PCF; así pues, es necesaria
una fiel herramienta epistemológica para conocerla, y esa herramienta es la
ciencia del materialismo histórico [2].
Borges, nominalista por supuesto, viaja como
siempre a contramano. A lo largo de su obra persistirá en la opinión de que el
universo (y su conocimiento) consiste en lenguaje, en puros nombres, en suma, flatus
vocis, o mejor, para usar el credo apodíctico de Nietzsche, en que no hay
hechos, solo interpretaciones. Convoquémoslo:
Observa
Coleridge que todos los hombres nacen aristotélicos o platónicos. Los últimos
intuyen que las ideas son realidades; los primeros, que son generalizaciones;
para éstos, el lenguaje no es otra cosa que un sistema de símbolos arbitrarios;
para aquéllos, es el mapa del universo. El platónico sabe que el universo es de
algún modo un cosmos, un orden; ese orden, para el aristotélico puede ser un
error o una ficción de nuestro conocimiento parcial (Borges, 1981: 295)
Jorge Abelardo Ramos, gestor de la llamada izquierda nacional
vía el “hirsuto Trotsky”, va a dar uno de los puntapiés iniciales contra el
arco más expuesto del irritador Borges en el campo político-cultural, con el
libro Crisis y resurrección de la
literatura argentina (1954). En el casillero del lado del
Imperialismo está la literatura “hermética y gratuita” (Arlt [sic],
Borges, Martínez Estrada); en el del lado de la Emancipación , la
“literatura americana, popular” (Hernández, Gálvez, Quiroga). Ramón Alcalde, de
no todo lo que sería deseable conocido rigor, desde la revista Contorno en 1955, desmontará sus “principios y
categorías de procedencia muy diversa y hasta antagónica que se anulan mutuamente”,
pero no podrá evitar la eficacia panfletaria de ese maniqueísmo entre las filas
juveniles que se incorporan a la lectura y la militancia políticas.
También existe un realismo de militares. Podríamos llamarlo
“realismo militarizado”. Es político y estético: Raison d’État revolucionaria y causa suprema a la que debe
subordinarse la literatura (guardar disciplina, tener sentido práctico). Este
Realismo es (casi) monárquico. Es el Realismo del Partido Comunista Cubano, que
terminará por imponer las políticas culturales de su Revolución. Estética y
políticamente se corresponde con un paradigma de estilo: los larguísimos
discursos didácticos dichos a la multitud bajo el sol de La Habana. Ninguna
problematización de lo “real” mediante el lenguaje, nada turbio, pura
transparencia comunicacional, mesa servida, plato fuerte. Al respecto,
memoremos la suerte corrida por el poeta Heberto Padilla que ilustra como
parteluz o hito el camino de tal institucionalización; pues su caso es una
especie de bisagra entre un antes y un después en el seno de la revolución. Padilla
(1932-2000) obtuvo en 1968 el Premio Nacional de Poesía de la Unión de Escritores y
Artistas de Cuba con su libro Fuera del juego; el jurado respaldó
su escritura revolucionaria por crítica y experimental, mientras que el Comité
Director de la UNEAC
consideró que era ambiguo y por lo tanto “contrarrevolucionario”, como
consecuencia de las “interpretaciones” hechas llegar por los militares a través
de la revista Verde Olivo,
órgano de opinión de las Fuerzas Armadas Cubanas. El poemario se editó, pero
antecedido por las dos lecturas. A partir de ahí, se profundizó el torturador
juego de tira y afloja para someter al poeta. Fue encarcelado por “subversivo”
en 1971, durante poco más de un mes y, a causa de una gran presión
internacional, fue liberado, hasta que se le permitió salir de Cuba en 1980;
después de la ordalía, se vio obligado a una retractación pública filmada al
mejor estilo estalinista; todo ese tiempo se lo puso a traducir (Gramsci,
Adorno, Althusser) para los jerarcas del partido que finalmente, la mayor de
las veces, censuraban esas traducciones, negando así de modo paternalista su
acceso al conjunto de los cubanos. Como se ve, el imperativo categórico no
soporta ambigüedades y toda disidencia es acallada en nombre de la Idea, cuya órbita,
según el rol que las autoridades cubanas han decidido debe cumplir Cuba, es
circunvolución de la
Unión Soviética , en el marco de la Guerra Fría.
- Por eso el que asome
la cabeza duro con él, no puede haber ambigüedad para el pensamiento militar-
digo ahora-. Sabemos con Aldo Rico que los militares (y la palabra “militancia”
brota de la misma raíz) no dudan, la duda es una jactancia de los intelectuales
(o de los civiles).
Todo el affaire y la
polémica de trascendencia internacional que originó se conocieron como “caso”, clisé
periodístico tomado en préstamo de distintos saberes (médicos, jurídicos,
sociales), para designar un “suceso” o acontecimiento con un grado de
“anormalidad” de por sí grandilocuente, “hecho policial” excesivo, colmo que en francés se dice fait
divers. El Caso Dreyfus, por ejemplo, el Caso Moro, pero también…el Caso Althusser[3]. En el Caso Padilla, como
ocurre, estaban por un lado aquéllos que lo defendían y asimismo querían
continuar apoyando el camino “original” seguido por la Revolución Cubana
respecto de los modelos conocidos de construcción del socialismo; y por otro,
aquéllos que, incondicionales, dieron el caso por irrisorio y tomaron partido
directamente por la comandancia castrista, sin dudarlo. Rodolfo Walsh,
previsiblemente, se contó entre estos últimos. Casuística medieval que en el
presente pugna, no tuvo el exemplum
valor ilustrativo para un (¿ex?) católico como él, y escribió un artículo cuyo
título, que acaba con “[…] el mal llamado caso Padilla”, es indicio de que solo
puede haber “casos” de conciencia o de otra clase en el capitalismo.
Este “realismo militarizado” fue a tal grado prestigioso en
las organizaciones armadas revolucionarias, que será modelo fuerte para los Comisarios
Culturales de la guerrilla. Ahí podían admitirse, eso sí, otros realismos
compañeros de ruta del “realismo socialista” de cuño soviético: el “realismo
mágico” (a duras penas tolerado en la
Isla ) y el “realismo crítico” (siempre que se diera fuera de
ella). Cabe agregar que dicho realismo
populista perteneciente al Comité Central, pedagógico al extremo, con
pretensiones ilustradas y de voluntad heroica, no proviene ciertamente del
imaginario de los sectores populares (aunque dice hablar en nombre de ellos)
que frecuenta relatos de aparecidos y de hechos sobrenaturales, feéricos y
maravillosos; relatos de nietzscheanos héroes folletinescos, de horrendos
crímenes y grandes procesos judiciales. Antonio Gramsci lo sabía muy bien:
[...]La actividad ‘judicial’ siempre ha interesado y
sigue interesando; pero la actitud del público hacia el aparato de la justicia
(siempre desacreditado: de aquí el éxito del policía privado o aficionado) o
hacia el delincuente ha cambiado [...]” (Gramsci, 1973: 181).
Sobre ese fondo tradicional de leyendas y creencias se
erigirán la literatura fantástica y la policial. ¿Habrá que nombrar a Edgar
Allan Poe? En ese contexto de
realismo militar de unas fuerzas armadas o de otras, el único gótico verosímil
y detectivesco es el trabajo con el fantasma embalsamado que propone “Esa mujer”.
Entre 1970 y 1973, Rodolfo Walsh se
aleja rápidamente de lo literario, después volverá a ese terreno (cfr. las
lecturas que hemos venido haciendo: 1987, 1991 y 1993-1994), pero mientras
tanto exasperará dicha tendencia epocal de su escritura, en un año, 1973, que
es una verdadera encrucijada (no sólo para él). E intenta resignificar sus
“papeles” en función del proceso que se abre en dicho año; esto es, cede a la
tentación de reordenar el pasado y dirigir el sentido. De modo que edita el
libro Caso Satanowsky, cuyo tema actualiza
episodios de la
Revolución Libertadora ya investigados por él en Mayoría,
1958.
La cuestión, para nosotros, está en que, además, coloca una
nota final, la número 32, donde, desplazándose del periodismo de investigación
a la literatura, nos lleva de la mano a “Esa mujer” para dar una exégesis
paratextual, del tipo “yo quise decir eso”, con el fin de intervenir en el
texto, controlarlo y descargarle algo de su valor literario; para aclarar, como
se dice, las cosas, mediante un recurso pleonástico, vale decir, redundante:
El original de
la retractación de Pérez Griz debe de estar en manos del coronel Moore y
Koenig a quien se lo presté en 1964 (quería “seguir investigando”) y que se
empeñó en no devolvérmelo. Esos son “los papeles” que el periodista le reclama
al coronel en mi cuento “Esa mujer”. (Walsh, op.cit.:
179) [subrayado nuestro, V.P.]
- ¿De modo que la carta robada estaba
donde debía estar, en el tarjetero de cartón? ¿Para qué leímos el cuento,
entonces? ¡Ah!, ¿ése era el coronel de “apellido alemán”? El colmo hubiera sido
que, de una u otra manera, diera el nombre de “esa mujer” – pienso-. Cabe reparar, sin embargo, en que, primero,
distingue muy bien entre autor (“se lo presté”) y periodista-narrador (“el
periodista [...] en mi cuento”); y, segundo, en que el debe de estar es
indicio de probabilidad, no de certeza; ¿nos está mintiendo? ¿Nos está haciendo
el cuento? ¿O se equivocó y nos hallamos frente a un lapsus linguae?; si tal fuera el caso –sospecho- debería haber
escrito debe estar (obligatoriamente). Walsh manejaba muy bien la
lengua. Podría estar jugando literariamente con nosotros y nuestra
inteligencia, y eso es bueno. ¿Y a cuento de qué viene la precisión de la fecha:
“...se lo presté en 1964”? – continúo-.
Es el año que incluye el segundo día de escritura, si leemos
literalmente (no literariamente) la “Nota” de apertura del libro a la
que nos dedicamos supra; ¿o es el año cuando realizó la “entrevista” con
el coronel? No hay que tomar demasiado
al pie de la letra lo que dice; Walsh debe ser leído a pesar suyo. Toda
escritura debe ser leída a pesar de la potestad del nombre de autor, o un poco
más allá o más acá del condicionamiento que impone su firma. Porque una cosa es
Operación Masacre, texto
que los sucesivos prólogos reacomodan frente a la coyuntura, y otra cosa, muy
otra, “Esa mujer”. Quizás en ello descanse la impronta de estilo de Walsh, en esa
ida y vuelta, ese vaivén, esos arrepentimientos. La literatura es una labor
dentro de la institución (la lengua) que paradójicamente suspende toda
institución, incluyendo la institución de la literatura (la tradición, los
géneros, lo esperable). Actividad simultánea sobre el nombre propio, es acto
singular (la firma), desplegado como ductus (estilo personal) dentro de
las generales de la ley (la lengua) puesta en suspenso al mismo tiempo por los
dos primeros gestos (Bennington y Derrida, 1994). El sello de Walsh vendría a
ser la intervención constante en el ductus por medio de la firma, para domesticarlo y sujetarlo a la ley
(el periodismo), lecho de Procusto que enriquecía con su destreza literaria
pero que acababa por incomodarlo (¿por qué, si no, los repetidos retornos a la
literatura?). El periodismo después del escándalo religa el lazo social roto
con el paso al frente del “suceso”, incluso al sacarlo a la luz como tal, lo normaliza,
y, en el día a día, vuelve familiar el mundo. La literatura, de las artes y
oficios del decir el más nominalista, lo devuelve no conocido, enigmático y
hace difícil que el sentido haga pie allí (el relato policial y el fantástico
que RJW cultivara en su momento, obviamente, reduplican adrede estos rasgos). Por
eso es inimitable, ningún epígono puede afiliársele. Ciertamente, la marca
Walsh es una estaca clavada en su época, pero con “Esa mujer” pertenece a
todas.
Hay, por último, otro realismo que llega desde Estados Unidos
y se extiende como una mancha de aceite hasta fraternalmente acoger con brazos
abiertos los realismos suda y centroamericanos, arriba descritos. Nos referimos
al que se expresa bajo el rótulo de non-fiction. Sobre este punto, acostumbramos comenzar
nuestras clases sobre periodismo y literatura con un texto radicalizado y
franco, en homenaje a su grado de epocalidad, pidiendo permiso para
forjar el neologismo. Se trata de “Literatura, crónica y periodismo”, de Aníbal
Ford. Toda su estrategia argumentativa está destinada a justificar la propia práctica
de escritura y la de otros en el umbral de la década de 1970; es, por
consiguiente, un texto de carácter performativo. Comienza por rastrear los
antecedentes de la non-fiction en la antigüedad occidental, luego sigue
con la historia del periodismo desde el siglo XVI hasta comienzos del siglo XX;
para esta segunda parte, se apoya sobre todo en el ya clásico libro de Georges
Weill. La parte tercera se titula “Del periodismo al desplazamiento de la
ficción”, y aquí aparecen los nombres de John Dos Passos, Ernest Hemingway, el
antropólogo Oscar Lewis, John Reed, Norman Mailer, Truman Capote, etc.
Fijémonos en cómo termina Ford su texto:
Sintetizando: a
partir del desarrollo del periodismo converge en un intercambio constante éste,
la literatura, las viejas y nuevas formas de non-fiction. En el complejo
proceso que se cumple en nuestros días podemos señalar ciertas tendencias: los
nuevos casos de la narración y el desplazamiento de la ficción. [...] frente a
los contenidos imaginarios, se trata de identificar cultura y
experiencia. De ahí la necesidad que señalamos de escribir “solo” sobre algo
que realmente haya ocurrido. (Ford, 1985: 248) [los dos últimos subrayados
son nuestros, V. P.]
Que el lector haga su trabajo, simplemente acotemos que este
texto fordiano está estrechamente ligado a otro sobre Walsh, el primero hecho
en vida de nuestro escritor y el primero sobre el conjunto de su obra hasta el
momento: “Walsh: la reconstrucción de los hechos”. Hay que decir también que Ford
después de esto publicó una novela y dos libros de cuentos.
- ¿Hay refutaciones a ese desprestigio de la ficción?
-Claro, pero no muchas. Luego de Borges, naturalmente, el bello
libro que escribió Rest sobre él, sus afinidades electivas, y del que vale la pena
decir que por las razones consideradas resultó y sigue resultando bastante inaudible
. Vayamos a una última.
Juan José Saer (Argentina, 1937-Francia, 2005), autor de una
de las obras más significativas de la literatura argentina e internacional, de
cuarenta años para acá, escribió acerca de los malentendidos de la non-fiction.
Este santafesino del universo dice que, en el caso de la biografía, lo primero
que se le pide es la veracidad, de atributos pretendidamente científicos,
cuando es un supuesto retórico similar a las tres unidades de la tragedia
clásica. Y avanza: “El rechazo escrupuloso de todo elemento ficticio no es un
criterio de verdad”, dado que la verdad es incierta, indeterminada, y su
definición forma parte de elementos distintos y contradictorios. “La verdad no
es lo contrario de la ficción”, deberían saberlo los practicantes de la non-fiction,
“tan de moda en la actualidad”. La ficción, en consecuencia, no es una
vindicación de lo falso; la ficción mixtura de manera inevitable lo empírico y
lo imaginario, de Homero a Beckett, pasando por Borges y Bernhard. Concluye Saer:
[...] podemos
definir de un modo global la ficción como una antropología especulativa.
Quizás –no me atrevo a afirmarlo- esta manera de concebirla podría neutralizar
tantos reduccionismos que, a partir del siglo pasado, se obstinan en asediarla.
Entendida así, la ficción sería capaz no de ignorarlos, sino de asimilarlos,
incorporándolos a su propia esencia y despojándolos de sus pretensiones de
absoluto. Pero el tema es arduo, y conviene dejarlo para otra vez. (1989)
(Saer, 1998: 16-17)
1.
Bis
En “Esa mujer” se lee que el coronel grita: “¡La enterré
parada, como Facundo, porque era un macho!”. Facundo Quiroga es un ícono del
revisionismo histórico, a tono con el uso sumamente politizado de la historia
propio de aquella época; recuérdese que el nombre de la organización armada más
poderosa fue tomado deliberadamente de las montoneras, formaciones militares
irregulares del siglo XIX. La leyenda popular, porque no se había podido
constatarlo durante más de un siglo, no se equivocó: efectivamente, el féretro
con los restos del “Tigre de los Llanos” estaba de pie escondido de sus
enemigos detrás de una pared en la bóveda que los Demarchi, familiares de
Quiroga, poseen en el cementerio de la Recoleta. Esto se
sabe desde diciembre de 2004. Pero el
cajón de bronce estaba ubicado de pie por una cuestión de espacio, no había
lugar; y sin ninguna instrucción al respecto, ningún otro remedio se tuvo a
mano. Lo cual no volverá, a los ojos del coronel, necesariamente más “femenina”
a aquella mujer, ni menos todavía, desde luego, podrá mellar los gestos viriles
del caudillo riojano. La cosa buena es que con ello asoma cerrarse, esperemos,
el argentino ciclo de necrofilia que hizo uso y abuso simbólicos de los muertos
por parte de las facciones en pugna, y sobre el que nunca se podrá reflexionar
lo suficiente.
Bibliografía
ALCALDE, Ramón
1996
“Imperialismo, cultura y
literatura nacional”, en Estudios
críticos de
poética y política , Buenos Aires, Conjetural. [Publicación
original en
revista
Contorno, nº 5/6, Buenos
Aires, 1955]
ALTHUSSER, Louis
1993 El
porvenir es largo, Buenos Aires, Ediciones Destino, 1ra. ed.
argentina
(traducción de Marta Pessarrodona y Carles Urritz; título original: L’Avenir dure longtemps suivi de Les Faits, Stock/IMEC, 1992)
BARTHES, Roland
1977 “Estructura del ‘suceso’”, en Ensayos críticos, Barcelona, Seix Barral,
2da. reimpresión (traducción
de Carlos Pujol; título original: Essais
Critiques,
Édition du Seuil, 1964)
BENNINGTON, Geoffrey y DERRIDA, Jacques
1994
Jacques Derrida,
Madrid, Cátedra (traducción de María Luisa Rodríguez Tapia; título original: Jacques Derrida, Éditions du
Seuil, 1991
BORGES, Jorge Luis
1981 “De las alegorías a las
novelas”, en Ficcionario. Una
antología de sus
textos, edición, introducción, prólogos y notas de Emir
Rodríguez
Monegal,
México, Fondo de Cultura Económica. [Publicación original
en diario La
Nación , Buenos Aires, 7 de agosto de 1949]
FORD, Aníbal
1985
“Literatura, crónica y periodismo”, en A. Ford, J.B.
Rivera y E. Romano,
Medios de comunicación y cultura popular,
Buenos Aires, Legasa. [Publicación original en el fascículo Capítulo Universal, nº 39, Buenos
Aires, Centro Editor de
América Latina, Literatura Contemporánea,
1971]
___________,
1988
“Walsh: la reconstrucción de los
hechos”, en Desde la orilla de
la
ciencia. Ensayos sobre identidad, cultura y territorio,
Buenos Aires,
Puntosur
[Publicación original en Jorge Lafforgue (comp.), Nueva
novela latinoamericana 2, Buenos Aires, Paidós; al
final del texto
figura
la fecha de redacción: VII-1969]
GRAMSCI, Antonio
1973
Cultura y
literatura, traducción, selección y prólogo de Jordi
Solé-Tura,
Barcelona,
Ediciones Península.
PESCE,
Víctor
1987 (comp. y “Estudio posliminar”):
Rodolfo Walsh; Cuento para
tahúres
y otros relatos
policiales,
Buenos Aires, Puntosur.
___________,
1991
“Rodolfo
Jorge Walsh, el problemático ejercicio del relato”, en Giuseppe Petronio, Jorge
B.Rivera y Luigi Volta, Los héroes difíciles. Literatura policial enla
Argentina y en Italia,
Buenos Aires, Corregidor.
B.Rivera y Luigi Volta, Los héroes difíciles. Literatura policial en
Buenos Aires, Corregidor.
___________,
1993-1994
_____________________________________________,
[versión
ampliada], en Jorge
Lafforgue (coord.), Nuevo Texto Crítico, Año
VI,
Nº 12/13, número especial
dedicado a Rodolfo Walsh, California,
Stanford University, Department of Spanish and
Portuguese, 1994.
[Versión
definitiva] en Jorge Lafforgue (ed.), Textos de y sobre Rodolfo
Walsh,
Buenos Aires, Alianza Editorial, 2000.
REST, Jaime
1976
El
laberinto del universo. Borges y el
pensamiento nominalista,
Buenos Aires, Ediciones
Librerías Fausto.
SAER,
Juan José
1998 “El concepto de ficción”, en El concepto de ficción, Buenos
Aires,
Ariel, 2da. ed.
WALSH,
Rodolfo,
1965a
“Esa mujer”, en Julia Constenla
(comp.): Crónicas del pasado,
Buenos
Aires, Editorial Jorge
Álvarez.
_____________,
1965b _________, en Los oficios terrestres, Buenos
Aires, Editorial Jorge
Álvarez.
_____________,
1971
“Ofuscaciones, equívocos y fantasías en el mal
llamado caso Padilla”,
enLa
Opinión , Buenos Aires, miércoles 26 de mayo
de 1971, contratapa.
en
_____________,
1986
Caso Satanowsky, Buenos Aires,
Ediciones de la Flor ;
1ra. ed.: 1973.
WEILL,
Georges
1962 El periódico. Orígenes, evolución y función de la prensa periódica,
México,
Uteha (traducción de Virgilio Beléndez; título original: Le Journal, Éditions Albin Michel)
Este
texto originalmente fue publicado en Zigurat, Año 7, Nº 6, Buenos Aires,
Carrera de Ciencias de la
Comunicación , Facultad de Ciencias Sociales (UBA), noviembre
de 2006, pp. 60-69. Lo publico ahora en el blog con algunas correcciones,
sobre todo las debidas a la generosa lectura que hiciera en su momento Julio
Schvartzman. 20 de mayo de 2017
[1] También podrían leerse como efectos literarios del decreto manu militari (y exhibición de sus fracasos) relatos como “Fotos” (1965) y su pariente,
“Cartas” (1967), joyceanas versiones sottovoce
del mismo “fondo contra el cual transcurren”, habitados como están por
alusiones, dichos, reticencias y citas.
[2] Hacia 1973, el clima imperante en los grupos de discusión política
y en la Universidad requería la lectura imprescindible de Los
conceptos elementales del materialismo histórico, manual de
Marta Harnecker, entonces althusseriana, hoy entregada, también ella, a
explicitar la ultima ratio de lo “bolivariano”.
[3] Un poco de periodismo. Célebre
filósofo marxista estrangula a su mujer en la École. No más. Quien todavía tenga curiosidad deberá
acudir al libro de memorias de LA, memorable en muchos sentidos, sobre todo por
el modo magistral con que la escritura intenta establecer una relación
intelectual con los “hechos”.
Comentarios
Publicar un comentario