POESÍA de UNO: De GOLPE...
De golpe, se vino la noche. Al atardecer, se pudo ver cómo se
formaba y avanzaba una tormenta nictálope en el mapa de la provincia de Buenos
Aires, circa Bahía Blanca, como a 400 kilómetros de distancia. No se
conoce Bahía Blanca. Esas ciudades desconocidas, conocidas desde siempre. Al
atardecer, se pudo ver pasar ideogramas de flamencos. Ahora, los relámpagos
suspendían un cierto verde en el aire fosforado. Lo sublime garrapateado y
olfateado. Conversación lejana que se hace cercana y en el cielo estalla. Toda
luz mala era inerte. Todo lucero de cualquier crepúsculo, también. En ese
infiernillo. Entre penumbras y tinieblas fuera de lugar, se estaba. Y se
caminaba. Ese cielo, monitor de última generación, pantalla líquida hecha de
latigazos blancos y azules. Molduras. Batientes. Postigos golpeados por el
viento. El aire de mar deterioraba los anzuelos hasta hacerles crecer una basta
costra rojiza de óxido, que los tornaba inútiles. Autos abandonados. Fábricas
descascaradas. Nada se tuvo. Nada se tenía. Ni para pan ... Ni para balas ni
perdón. No había pues añoranza alguna. Solo las imágenes y la música y el hueco
dejado en el estante por el libro que se leía. Solo la imagen y los ritmos.
Silbos. “Danza del gaucho matrero”. Sonatas y tangos. Por ejemplo, el tango “Bahía
Blanca”. Siempre el agua, incluso en ese tango cuyo título remite a una ciudad
extraña y entraña un estado de la
relación perpetua y erosionable de la tierra con el agua que habrá de ser
pintada como una tela blanca. Entonces
pintar y cantar la lluvia, bajo la galería de chapa
y sin ninguna parra.
Sin ninguna patria. Mi patria es el tango.Con Gardel.
Pintar y cantar en la lluvia, sin patria posible ni
necesaria.
Pintar y cantar para la lluvia, para patria no, ninguna
patria. Pintarla para que cuando caiga, caiga pintada y habiendo sido cantada,
cantando.
De
LIBRETA del AGUA (1999-2004) , en QUEDAN VOCES, Bs. As.,
Ediciones en Danza, 2016
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